sábado, 6 de marzo de 2010

.Grados.

" Tantos grados como dudas y temores mide el termómetro triste...y puedo llorar sudando. Pasa por mis ojos la ciudad caliente y tensa, siento perfectamente como los edificios se apoyan en mis párpados. Y la gente es de cera, y los autos de fierro, y el cielo de plástico, o sea también de petróleo. Oigo voces de hombres vivos tras el reflejo del sol y veo como todo, poco a poco, se derrite..."


Debemos ser cerca de treinta personas las que vamos aquí dentro. Por las ventanas entra una nada de viento que nos peleamos para respirar. Algunos optaron por quedarse dormidos, y van cabeceando. Cada cierto rato se golpean contra el asiento de adelante, se despiertan, miran a su alrededor y, como nadie se dió cuenta, vuelven a dormirse.


Unos van a donde no saben por qué van, otros vuelven de a donde no saben por qué fueron. No es mucha la diferencia entre ir y venir, si consideramos la inutilidad de ambos y la estupidez de moverse. El tiempo es el andar de la cabeza. Y cuando no pasa nada, los pensamientos se demoran.

Pero los bocinazos me desconcentran. La puerta trasera se abre, y la señora gorda y transpirada baja dificultosamente la escalera. Me pareció que su piel húmeda y colorada quería desprenderse.

Avanzamos otro par de cuadras y nos detenemos en un paradero. Se sube un hombre de camisa manchada y nos ofrece cadenas para la billetera. Nadie levanta la mirada; adormecidos van todos aguantando la presión, aguardando sin que importe llegar a su destino. El vendedor habla solo, se seca la frente y se va por la puerta delantera.

...y la micro va a hacia adelante porque hacia atrás sería lo mismo.

Fin.

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