Desperté con una imagen.
Un barco de pesca zurcaba algún mar en el sur. Iba cargado de espineles y manejado por tres marineros viejos que gritaban en su cubierta roñosa. Crujía al alcanzar la cresta de cada ola.
La poca pesca de los últimos días, el consecuente mal ánimo de la borrachera respectiva.
Suficientes fracasos guardados en la cámara frigorífica. La escalera delgada y engañosa que conduce a los camarotes y al dormir, el mismo sentimiento desolado de sus familias lejanas.
Afuera ni gaviotas ni horizonte. Siempre delante la incertidumbre, la neblina.
Vientos afilados han curtido muchos rostros que miran hacia atrás la estela deshaciéndose.
Para ser sincero, todo eso lo inventé luego, mientras miraba por la ventana, el puerto.
Desperté con una imagen, siempre tú, que no apareces.
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