jueves, 22 de abril de 2010

.No Sabia.

- A ver...Era más o menos esto:

Si tomáramos consciencia del daño que Jhsg le causó a Zkl, fácilmente nos daríamos cuenta de la implicancia de Sjr en el asunto. No es comprensible, para cualquiera que conozca a Zkl, pensar que Jhsg tuviera, sin la ayuda de Sjr, medios suficientes para vencerlo. Y es que resulta increíble imaginarse el duelo entre ambos sin el brazo escondido de Sjr apareciendo por detras de Zkl. Es justo en el momento en que todo se complicaba para Jhsg cuando, esa jugada, por la espalda, define el desenlace del combate. Ese hombre de negro, encapuchado, que aparece de un segundo al otro sobre el escenario, y que se apresura a dar el golpe mortal mientras Zkl realiza el último esfuerzo por alcanzar a Jhsg; es, creo yo, la personificación de la perfidia, y de todos los actos moralmente malos a los que el ser humano puede aspirar. Sin compasión, movido por celos desmesurados, Srj se encuentra poseído por la maldad; traiciona a su hermano sin dudarlo y, no bastándole con eso, le besa los labios despues de matarlo. Jhsg, en cambio, se haya sorprendido; no comprende cómo todo de pronto se torna a su favor, y de inmediato se deja caer, con gesto afectado, lanzando un sollozo horrible hacia el cielo. Aquí claramente notamos la intención trágica del autor, la polaridad constante entre...

-Para, para. ¿Que mierda es eso? Me dijiste que habías leído un cuento y que me ibas a contar de qué se trataba, ¿no es cierto?

-Mmm, si.

-¿ Y entonces qué es lo que me estabas diciendo antes?

- Eso mismo.

- Ah, disculpa, es que no había entendido...Mmm, permiso, es que de pronto me siento mal. ¿Hablamos luego?

- Eh, bueno, está bien.

...Y sentado en el pasto seguí sin entender por qué hay gente que sabe tantas palabras. Complicadas redacciones sobre aún más rebuscados temas que, perdonen la ignorancia, nunca llego a comprender del todo. Sé que es una estupidez, pero estoy convencido de que acá adentro todo es más fácil. Imagino la tragedia más parecida a ese perro que ladra en la calle. La traición me suena a un saxofón mal tocado o a una sonrisa que nadie vió. Una espada es, antes que un utensilio de acero, una burla a tus espaldas, una mentira alegre.

¿Daño no es lo que nos hace la tierra cuando se acaba el invierno? Por lo menos eso pensaba yo.

Pero tranquilo, que no te estoy contando nada. Si para tí que alguien llore en público significa algo creo que me equivoqué.

De hecho así parece ser siempre. Estar sentado sólo en un lugar como éste, donde la gente viene a inventar su éxito o a gritar que sabe, es realmente una ridiculez. Los que saben ven la ópera, no los árboles. La gente mira la hora pero no se saluda, se regala joyas pero no se ríe.

Es curioso, y yo que pensaba que el amor era tirarse arena.

martes, 20 de abril de 2010

a tí, GRACIAS.

Nosé. Entre pequeños éxitos difusos me sentí bien. Parezco irrespetuoso con mi ideología pero, ¿hay que callarlo si es cierto?. Cuesta reconocerme tan...abierto. Hoy la noche calló suave, me arropó de negros amables y de calma. Qué raro.La tarde no fué fría y el día no fué corto. Más de uno me saludó, suponiendo que me conocía porque llevaba el mismo cuerpo de siempre. Riendo, fuí cortés.
Ingenuos, acostumbrados a juzgar por los sentidos, como si de verdad importara que sean cinco o seis.

Nos sentamos en una mesa limpia sin elegir la de la esquina. Incluso sobre ella había una ampolleta, de veinte watts. Un oficial enmarcado me miraba como si para mí empuñar una espada fuera algo digno de respeto, pero bueno, la cuestión es que no sobrábamos.
-Hola, ¿quieren servirse algo?
Y desde ahí que no pienso en otra cosa.

lunes, 5 de abril de 2010

.A buscarte.

Le agradecí a mi padre las treinta lucas y me senté en el piso a pensar lo que podía hacer con ellas. Casi inmediatamente se me cerraron los ojos.

De pronto el pueblo de Los Andes, el río Aconcagua, las viñas, los campos.

Un rato después, la subida por esa cordillera de mierda que te tiene fuera de mi vista.

Y sí, si llevo mis documentos.

Por supuesto, registre el auto con toda tranquilidad.

Sí, chileno.

No, viajo solo.

Por vacaciones.

Mmm, hasta que la encuentre, perdón, hasta el sábado.

Sí, tendré cuidado, no se preocupe.

Luego; bajar rápidamente a través de los valles y dejar atrás esa infranqueable masa rocosa.

De a poco los pueblos van apareciendo frente a mi mirada extranjera mientras pienso cómo chucha lo voy a hacer.

Por fín, Mendoza.

Pequeñas avenidas, paseos, bares bulliciosos y completas librerías. Gente amable que a cada palabra te recuerda que eres del otro lado. Pero no importa, ahí hay un hotel.

Oiga, disculpe, ¿se aloja aquí...?

Ah, vale, muchas gracias.

Nuevamente en la calle, prendo un cigarro y apuro el paso.

Ahí hay otro.

Oiga, disculpe, ¿se aloja aquí alguien de apellido...?

Entiendo, gracias.

Los carteles del comercio brillan en todas las fachadas y un viento cálido hace sonar las hojas de los árboles al tiempo que cae la noche. Lentamente, la ciudad comienza a despertarse.

Ese sí me tinca.

Oiga, una pregunta, ¿se aloja...?

Ah, bueno, perdone la molestia.

Y continué así hasta medianoche. Cada recepcionista me daba una esperanza que botaba a la basura cuando respondía. Frustrado, decidí dormir en cualquier parte.

La primavera recién llegada me regaló una noche tibia en el banco de la plaza. Además, los cigarros eran baratísimos y la guía turística que había comprado en el kiosko me permitía ir descartando hoteles. Por alguna razón estaba convencido de que al dia siguiente cambiaría mi suerte. En algun lado tenías que estar.

Desperté temprano para seguir insistiendo. Me tomé un café y, sentado en una banca, revisé la guía. Faltaban sólo tres.

Pregunté en los dos primeros y nada. Quedaba la última posibilidad, no podía fallar.

Imposible que salgan antes de las cuatro, me decía, mientras me abría paso en las veredas repletas buscando la calle.

¿Qué cara va a poner? Da lo mismo, ya estás aquí, no dudes.

¿Qué le digo? ¿Cómo explico que no aguanto más sin...?

No importa, concéntrate.

Ya está, es ese de al frente.

Cruzo la calle sin mirar, empujo la puerta giratoria y camino confiado hacia el mesón mirando fijamente al recepcionista.Respiro.

Disculpe, ¿se aloja aquí...?

¡Oye!, ¡Oye!, ¡Despierta por la cresta! Me voy llendo a la playa con una amiga y necesito comprar pitos. Por favor, préstame treinta lucas, juro que te las pago.

¿Ah? Ah, pero es que yo queria ir a...mmm...Bueno ya, toma. Págame a la vuelta.


Una estupidez...